martes, 27 de octubre de 2020

Poendemia Literaria (Yrene Santos)

 Yrene Santos (Villa Tapia, provincia Hermanas Mirabal, 1963). Escritora y profesora en la City University of New York (CUNY) y St. John’s University.

Ha publicado los siguientes títulos:

Por el asombro (2015), Me sorprendió geométrica (2013), Después de la lluvia (2009), Por si alguien llega (2009), El incansable juego (2002), Reencuentro (1997), Desnudez del silencio (1988). En el 2005 compiló una serie de textos infantiles, Desde la Diáspora: Cuentos y poemas de niños y niñas dominicanos. Sus poemas han sido traducidos al inglés, italiano y francés.



                                                                                         

Pregunta

Muchos ojos me miran y reclaman

dónde has estado todo este tiempo

en que la pena recorre ciudades

pequeños pueblos

y países que se han unido en protesta

por los que ya no están.

Dónde has vivido estos meses

cuando el llanto retumba en cada esquina

y el hambre no es de tortillas, quesadillas

chilaquiles o enchiladas,

Es hambre y sed de una respuesta

es la esperanza de un día con luz y agua bendita.

Es de saber que lo turbio va aclarando

cuando se añade sinceridad en los lugares

dónde la paz se perdió y la libertad fue violada

de un tiro, un asalto, un fósforo activado en la inocencia

Dónde estabas cuando el grito del cuero cabelludo

desesperado huía en medio del bosque

y las miradas malévolas ejecutaban una orden despiadada

¿Dónde estabas que ni tus pies ni tus oídos llegaron a las marchas?



La mujer

 

Hoy he visto a una mujer llorándole los huesos
en ellos los recuerdos se aposentan
entretejen su sueño tan estropeado como sus pies
sus manos, sus senderos de carne 
mientras cabizbaja, sus ojos cerrados se deslizan a la tierra 
su espalda semi desnuda piensa rumores de los años vividos 
las memorias se pierden con el hambre
el hambre catapulta cualquier gesto de alegría 
Hoy he visto a una mujer envuelta en un rosado 
hasta donde comienzan sus dos rumbos
con la cabeza cansada y su pelo de una pulgada 
tocando su vientre ancho y las rodillas 
en un escalón cualquiera de una estación del tren.
Muchos pies menos, a esta hora arrastran la fatiga de un día largo 
menos y menos dedos afincan la ternura que instantes atrás 
rozaron brazos, muslos, vientres o se geometrizaron 
en algún sofá tibio, una cama caliente o un suelo fresco 
Y a esa mujer, hoy en mi cartera me la he traído 
para mantenerla viva, digna, plena,                                                                                                
en una habitación de mis libreros.

                                                                                     

                                                                                          Ayotzinapa:

                                                                                          Nunca olvidaremos tu dolor…



 

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