martes, 7 de julio de 2020

Poendemia Escritores (Josué Andrés Moz)

El Salvador, San Salvador, 1994. Poeta y gestor cultural. Actual egresado de la Licenciatura en Letras en la Universidad de El Salvador. Ha publicado poemas en diversas revistas literarias, así como en distintas antologías dentro y fuera de su país. Publicó Carcoma (Editorial La Chifurnia, 2017) y Pesebre (Editorial La Chifurnia, 2018). Miembro del equipo coordinador del Festival Internacional de Poesía Amada Libertad, cofundador de THT y director de los ciclos permanentes de poesía: «Los Heraldos Negros» y «La noche del Albatros». Ha participado en distintos festivales de poesía dentro y fuera de su país y en congresos de literatura.


DANZA DE LOS ESPEJOS PARALELOS

Saludo a mi doble, a mi triple
Me miro en el espejo 
y veo un rostro cubierto de ojos 
de bocas, de orejas, de marcas.

Gherasim Luca

 

El silencio no existe en una ciudad perfumada por la sangre.

 

Pienso en el hijo que tendré para morir a través de su mano,

en el aroma de alacranes tartamudeando en el plomo,

en la voz del padre de mi padre coagulada sobre mis ojos.

 

Nada entiendo de ternura a esta hora del naufragio.

 

Hay a través de la noche una prótesis del dolor,

un camino anfibio – terriblemente angosto –

por el cual arrastrar la conmiseración, la soledad, el insomnio.

 

Apenas tengo nombre para calzar el invierno

porque la noche deposita cada día su estirpe entre mis huesos.

 

He llegado a perseguir la sombra que mi beso deja en otros labios,

a extrañar su vacío nunca dicho, a despedir sus naves perdidas,

a repetir su paso enfermo hacia los puñales del humo.

 

Hoy

me veo regresar al vientre de mi madre,

hacia la primera gran herida que escribí con este cuerpo

hacia la primera lágrima que llorarían mis hijos

                           y aborrecerían calladamente mis nietos.


 

CONTRA LOS POETAS: ENSAYO ACERCA DE LA HUMILDAD

 

Lengua-bandera-quemada:
el sol es un manto frío sobre mis huesos.

 

Náusea de todo aquello alcanzado por la vista;
náusea mía y del abrazo.

 

Yergo mi sombra
y la joroba es una lágrima
fabricada hace ya veinticinco años.

 

Ninguna lengua detendrá la bala,
ninguna página calmará el hambre.

 

Entender el oficio es comprenderse inútil.

 

Lengua-bandera-quemada,
nada más saberse este sitio diluido,
esta brisa blanda que mece los párpados,
que irrita la sangre por unos segundos,
que flexiona el músculo por el cual nos sabemos llanto.

 

 ''Escribir para no morir'':
       he aquí el más hermoso de los lugares comunes.

 

Salvo a la hormiga
porque pretendo que ella salve al hormiguero.

 

Entiendo que mi carne y la tierra
alimentan un árbol hipotético,
en él: los gusanos que nacieron de mi tórax
reptan su amor de invierno:
inauguran las flores.

 

El director es preciso: escena 19 – toma 7

EXT. AUTOPISTA / ÁRBOL A MEDIA TARDE / VOZ EN OFF

[El árbol es inútil y lo sabe, pero su sombra cobija los besos de los amantes.
El árbol es inútil y lo sabe, pero los perros orinan sobre su tronco.
El árbol es inútil y lo sabe, pero se quema y apaga el frío en otros cuerpos]

Lengua-bandera-quemada
Lengua-bandera-quemada
Lengua-bandera-quemada
Lengua-bandera-quemada
Lengua-bandera-quemada
Lengua-bandera-quemada
Lengua-bandera-quemada
Lengua-bandera-quemada

Lengua-bandera-quemada

 

Emergen las palabras de un lado de la pantalla.
La repetición llena el contorno; ocupa el vacío.

La ceguera nos habla de la quietud;
                               de la geografía del silencio.

 

FIN DEL CORTO / FONDO NEGRO/ APARECEN CRÉDITOS

 

El poeta frente a la página,
frente al blanco y enorme ojo de dios.

 

El poeta diminuto frente a sí mismo,
comprende que no existe perpetuidad.

 

Nace la palabra,
y su lugar únicamente sostenido en la transparencia.

 

 

Aquí no hay enciclopedias,

 aquí no hay mapas para cincelar nombres que rellenen cuadernos.

 

Cuando se lea la palabra ''poeta'' en el diccionario:
                    espero que ninguno tenga la esperanza de encontrar su nombre en él.

 

Sólo la sangre y su paso en otros rostros, sólo el golpe y su hematoma y su corto calendario, sólo el desvío amoratado en la quijada, sólo el amor y su palpitar enfermo entre la hiedra, sólo eso dentro del ataúd, sólo eso..., solos.

 

Lengua-bandera-quemada,

para esta patria del lenguaje: que nos hemos inventado.

 

 

 


 


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