El Salvador, 8 de enero de 1983. Profesor en inglés y en matemáticas. Miembro de la Fundación Cultural Alkimia, coordinador de la peña cultural Los Miércoles de Poesía desde enero de 2008. Director de la Casa del Escritor—Museo Salarrué del Ministerio de Cultura de El Salvador. Director del Festival Internacional de Poesía “Amada Libertad” y del Encuentro de Poesía de San Salvador. Miembro de THT. Ha participado en festivales, encuentros y ferias en toda Centroamérica, México, Cuba, Perú, Bolivia y Colombia.
Poemarios publicados: La nave falta (2007), Cien sonetos de Alberto (2009), Y qué imposible no llamarte ingle (2009), Montaña y otros poemas (2010), El domador de caballos (2013) y Cantos para mis muchachos (2014).
VVLNERANT OMNES, VLTIMA NECAT
Veinticuatro caballos corren sobre tu espalda.
Algunos se desbocan, te rompen las costillas
si aúlla la trompeta que puya sus caderas.
¡Y creíste que el Pienso les calmaría el trote!
Golpean sus ijares, duro, uno contra todos.
Tu piel resiste apenas la bulla de los cascos.
Algunos han piafado canciones suaves, lentas,
y han mordido tus venas y el aire de tu cuello
mientras sueña tu oído un azul sorprendido.
Patean tus costillas de nuevo cada día.
Veinticuatro caballos corren sobre tu espalda.
¿Ninguno quedará después del arrebato!
Uno tras otro, van desgranando tu espina.
Uno tras otro, pesan y caes contra el piso.
Uno tras otro, a diario regresan y te montan,
se asoman a tus hombros y te escupen los ojos
y drenan con sus lenguas los besos que no diste
alguna noche verde. ¡Aquella noche verde!
Los caballos dormían y la ciudad dormía…
Pasan, pesan y pisan, te rompen las costillas
si aúlla la trompeta que troncha sus caderas.
Uno tras otro, irán cayendo sobre el lodo
de besos y costillas. El último caballo,
abajo, te dirá que subas, que estás listo.
YA TENGO LA ILUSIÓN Y LA CAÍDA
XII
Arden todas mis células contigo
y tierra soy que canta fiel tu aliento,
y tan pequeño el corazón que tengo
para ofrecerte estancia y paraíso.
Ni tejados ni vítores ni puertas,
sólo canción de tartamudos bronces
que a cada aliento tocan tus canciones
como un jardín de abejas y alhucemas.
Como un reguero de pequeños soles,
te ofrezco mis luciérnagas, mi huerto,
una fiesta de nidos y panales,
lenguaje de cerezas, sin mis yoes,
telúricos latidos buscacielos.
Yo no te ofrezco miel: te ofrezco sangre.
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